El Celta de Vigo está casi eliminado de la Copa del Rey. Sí, pero no del todo. Para cualquier otro equipo el trámite de esta noche ante el Sevilla, tras el 4-0 de la ida, sería un compromiso al que acudir para tratar de pasar inadvertido durante los noventa minutos, intentando que el rival no ahonde en la herida y, si puede ser, ganar el partido para lavar la imagen ante tu afición. El Valencia de ayer ante el Barcelona es un buen ejemplo de ello y, además, totalmente justificado.
Pero este Celta no es así. Es muy posible, más que probable y casi inevitable que los vigueses acaben siendo eliminados por el profundo (y hasta cierto punto injusto) castigo del primer partido. Lo que está claro es que no lo pondrán fácil. Si un equipo puede afrontar con ilusión este encuentro es el Celta, acostumbrado a jugar cada minuto de cada partido como si fuera el último y no hubiera más opciones que seguir marcando goles. Lo demostró en el Sánchez Pizjuán, fijando sus ojos en el espigado Sergio Rico como si todo estuviera perdido y olvidándose de que Gameiro afilaba los cuchillos. Lo pagó caro.
Pero lo que fue su gran defecto en Sevilla será su gran virtud esta noche en Balaídos. Berizzo no necesita cambiar nada, su equipo está programado para buscar el siguiente gol y es lo que tratará de hacer una vez tras otra. Gameiro y compañía estarán atentos para rematar, pero el Celta no pensará en eso. Le da igual. El Celta pensará, como siempre, en el siguiente gol. ¿Y si lo mete?