El mejor momento de nuestra historia (capítulo II): CD Vitoria

El mejor momento de nuestra historia (capítulo II): CD Vitoria

Desde Siguetuliga lanzamos “el mejor momento de nuestra historia”, una serie de artículos que girarán alrededor de clubes humildes que han conseguido hacerse un hueco en el fútbol nacional. Los protagonistas son equipos de urbes pequeñas, de barrios o de pueblos perdidos en algún lugar de la geografía española, equipos que se han acostumbrado, a lo largo de su historia, a recorrer carreteras comarcales y a jugar en campos embarrados, pero que ahora disfrutan del mejor momento de su historia.

En esta segunda entrega hablamos del Club Deportivo Vitoria.

En el año 1945, una famosa empresa metalúrgica vitoriana creó un club polideportivo que recibió el nombre de la misma: Armentia y Corres. Ese fue el germen del actual Club Deportivo Vitoria, pues el cambio de denominación se produjo apenas tres años después. La entidad contaba con un equipo de fútbol, además de otros deportes, como baloncesto, balonmano, tenis, atletismo o montañismo.

Las primeras andaduras del CD Vitoria se dieron en torneos locales en los que se enfrentaban a otros equipos de origen similar, pues la mayoría de ellos habían nacido bajo el cobijo de alguna empresa de la ciudad. Los buenos resultados conseguidos en estos torneos les convencieron para apuntar al equipo en las categorías regionales gipuzkoanas por primera vez en la temporada 1948-49. Allí fue creciendo lenta pero progresivamente: en 1951 consiguen el ascenso a Primera Regional, pero luego se quedaron un tanto estancados. Sin embargo, entre la 1955-56 y la 1956-57, una reestructuración del fútbol español propició un aumento de los grupos —y consecuentemente de los equipos— que componían la Tercera División. Esto incrementó las plazas de ascenso, y en esta ocasión el CD Vitoria no falló y logró promocionar. Por aquel entonces, esta categoría sí se correspondía con el tercer escalón del fútbol nacional, pero es difícilmente comparable con la actual Segunda B, porque mientras esta cuenta con cuatro grupos y 80 equipos, la Tercera División de finales de la década de los cincuenta estaba conformada por dieciséis grupos y 256 clubes.

El debut del Vitoria en Tercera se produjo, por tanto, en la 56-57, en un grupo que aunaba clubes vascos, navarros y riojanos, así como el Mirandés, introducido en él dada su proximidad geográfica. El primer triunfo del conjunto vitoriano en Tercera tuvo lugar en la cuarta jornada del campeonato, concretamente en el campo de la Real Unión de Irún. No fue una temporada sencilla, y llegó al tramo final de campaña en puestos de descenso. Sin embargo, unos fantásticos registros en las últimas jornadas, con nueve puntos de doce posibles, hicieron posible la permanencia en la categoría.

En sus dos primeras décadas de vida, el CD Vitoria logró ascender desde las categorías regionales gipuzkoanas —donde jugaban también los equipos de Álava— hasta la Tercera División

La estadía del Club Deportivo Vitoria en la división de bronce no pudo prolongarse más, ya que en la 57-58 los rojillos consumaron su regreso a Primera Regional, tras una temporada infausta en la que finalizaron decimoséptimos y descendieron con varias jornadas de antelación. Su segundo periplo por el fútbol comarcal duró solo un año, pues al siguiente consiguió retornar a Tercera División, donde viviría el que es, a día de hoy, el período más brillante de su historia.

Esta etapa comenzó en la temporada 59-60. En su vuelta al grupo IV de Tercera División, el CD Vitoria logró la permanencia, certificada, eso sí, en la última jornada del campeonato. El cuadro alavés dependía de sí mismo, y para descender tenían que cumplirse dos premisas: que perdiese en Mendizorroza ante el Elgoibar y que el Tudelano venciese al Éibar en Ipurúa. Al final no se dio ninguna de las dos, de hecho el Vitoria subyugó cualquier tipo de duda con un contundente 5-0 que no dejaba ningún atisbo de incertidumbre.

La 60-61 fue, indudablemente, la mejor temporada de la historia del Vitoria. En esa temporada, el conjunto rojillo coincidió con el equipo principal de la ciudad, el Deportivo Alavés, procedente de Segunda División. Así, se forjaba una rivalidad que hasta entonces no había existido, ya que nunca antes habían coincidido en la misma categoría. Y además, se dio el caso de que ambos fueron equipos punteros, hasta el punto mismo de que lucharon cara a cara por el primer puesto del grupo. En los duelos directos, el Vitoria, a priori inferior, regaló a sus aficionados dos encuentros vibrantes: venció 1-0 en el partido que disputaba como local y logró un meritorio 2-2 como visitante. Dos inesperados tropiezos en las dos últimos jornadas, no obstante, les privaron de poner el colofón a una temporada espléndida, y el Alavés acabó superándolos en la tabla.

No obstante, el segundo puesto alcanzado por el CD Vitoria fue un verdadero hito, y supone todavía hoy el techo de un club que desde entonces no ha vuelto a aproximarse a cotas tan altas. Además, le dio la opción de disputar la fase de ascenso a Segunda División: consistente en tres rondas eliminatorias a ida y vuelta. Pero su viaje en la lucha por promocionar fue efímero, pues cayó en el primer envite, ante el Burgos: logró un 2-2 en casa que dejaba el duelo abierto, pero en tierras castellanas le fue propinado un contundente 4-0 que sepultó duramente sus opciones.

En la temporada 1960-61, el Vitoria vivió su momento más glorioso: luchó por ascender a Segunda División y mantuvo un bonito duelo con el Deportivo Alavés, su rival conciudadano

A partir de ese punto álgido que solo recuerdan los mayores del lugar, todo se precipitó cuesta abajo. La temporada siguiente (61-62) el rendimiento estuvo claramente por debajo de la anterior, y aunque no empezó del todo mal, su margen con respecto al descenso acabó siendo de solo tres puntos. La tendencia descendente se acentuó en la campaña posterior, en la que el equipo realizó una actuación paupérrima: fue colista con dos victorias, siete empates y veintitrés derrotas.

Ahí se cerró una etapa y se inició una nueva en la que el CD Vitoria transitó durante más de cuatro exasperantes décadas por categorías regionales, sumido en un profundo letargo. El decaimiento fue paulatino: en sus primeras incursiones en Primera Regional se mantuvo en la mitad alta de la tabla, llegando a disputar una infructuosa promoción de ascenso, pero con el devenir de las campañas fue ocupando posiciones más bajas, hasta que en la temporada 1970-71, exactamente una década después de su año de mayor esplendor, se hundió al descender a Segunda Regional. Allí, en las catacumbas del fútbol, pasaron tres años hasta que consiguieron el ascenso, que coincidió a su vez con un cambio estructural de las categorías, apareciendo Regional Preferente, en el cuarto escalón nacional, al que fue a parar el conjunto rojillo.

Parecía que aquel salto de división podía ser el principio del resurgir del conjunto vitoriano, pero no fue así: incapaz de asentarse en Preferente, pasó varios años oscilando entre esa categoría y la siguiente, y en la temporada 1979-80 dio con sus huesos en Segunda Regional. Sin embargo, no llegó a competir en este nivel, porque en esa temporada se creó un grupo para equipos alaveses en Primera —antes jugaban en el grupo gipuzkoano—, y el Vitoria fue incluido en él. La década de los ochenta no fue, de todos modos, mucho más fructífera que la anterior, pues alternó ascensos y descensos entre Preferente y Primera Regional, que por aquel entonces ya suponían un nivel más bajo que anteriormente, dado que ya estaba constituida la Segunda División B.

Las tres últimas décadas del Siglo XX fueron una constante tortura para el Vitoria, que no conseguía escapar del pozo del fútbol regional y que pasó serios apuros para conseguir escalar categorías

En la campaña 90-91, el club vitoriano ostentó el dudoso honor de ser el peor equipo de toda la provincia de Álava, al finalizar en última posición. Habitó en Primera Regional durante más de una década, con la única excepción de un año fugaz en Preferente, sumido en unas tinieblas que casi habían hecho olvidar que hubo un tiempo en el que aquel equipo había jugado una fase de ascenso a Segunda División. Parecía que aquello sería eternamente un punto glorioso en un pasado remoto, y que el futuro no les depararía ninguna experiencia similar… pero en la temporada 2003-04 se produjo un cambio de tendencia. Ese año, el CD Vitoria asciende a Regional Preferente, quinto escalón del panorama futbolístico; la siguiente temporada logra la permanencia de forma holgada, la siguiente disputa la promoción de ascenso, y la siguiente, en la campaña 2006-07, sube a Tercera División, categoría que había abandonado 44 años atrás.

El nivel futbolístico y competitivo de la división resulta abrumador para el Vitoria. Finaliza la primera vuelta con 18 puntos que, de repetirse en la segunda, podrían meterle en la lucha por la permanencia, pero una vez superado el ecuador de la competición el equipo rojillo se desfondó, consiguiendo solo 5 puntos y descendiendo con mucha antelación. En esta ocasión el equipo adquirió más estabilidad y consistencia, y en su regreso a divisiones regionales fue siempre un club de la zona alta, aunque le costó tres años volver a Tercera.

Su nueva aventura en esta categoría fue mejor que la última, pero de nuevo insuficiente para mantenerse: concluyó decimoctavo, a nueve puntos de la permanencia. A pesar de que el equipo había mejorado de manera ostensible con respecto a las dolorosas décadas vividas en el fondo del pozo, sus intentos por establecerse definitiva en Tercera siempre se evidenciaban fallidos. A su vuelta a Preferente, pasa un par de temporadas sin demasiado interés en términos clasificatorios —sexto y quinto—, pero en la segunda de ellas se lleva a cabo un convenio de afiliación con el Deportivo Alavés, beneficioso para ambos pero inequívocamente duro cuando uno echa la vista atrás y observa que hubo un tiempo en el que ambos compartieron división. El acuerdo entre los dos clubes dura solo una temporada; en la siguiente el Vitoria logra su quinto (y de momento, último) ascenso a Tercera División, esta vez con la esperanza de corregir los errores pretéritos y lograr la permanencia.

A pesar de la mejoría experimentada por el club, seguía sin tener la estabilidad necesaria para asentarse en Tercera División. El acuerdo de afiliación con el Éibar fue determinante para contribuir a que el Vitoria diese un salto de calidad

Ese verano de 2015, el Éibar se pone en contacto con el Vitoria a fin de establecer otro acuerdo de afiliación, y estos aceptan. Esta decisión resultó acertadísima, pues dio a la plantilla un salto de calidad que le permitió competir como no lo hacía desde hacía más de medio siglo. En el grupo IV de Tercera División, los vitorianos se encontraron con varios clásicos de esta categoría, como el Beasain, la Cultural Durango, el Basconia, el Zamudio o el Lagun Onak, entre otros. Pero el equipo rojillo manifestó que no tenía intención de volver a caer de nuevo al infierno regional y acabó la temporada en una muy meritoria sexta posición, y solo dos tropiezos en las dos últimas jornadas le privaron de disputar la promoción de ascenso.

La siguiente campaña demostró que aquello no había sido fruto de la casualidad, y no solo igualó sus mejores registros sino que los superó: en una igualadísima pelea por la promoción, el Vitoria acabó segundo tras el Alavés B y se clasificó para la siempre complicada fase de ascenso a Segunda B.

La primera ronda se vio emparejado con el Azuaga, en una eliminatoria cerradísima en la que unos y otros fueron incapaces de marcar un solo gol. Así, tras 210 minutos de batalla, los penaltis inclinaron la balanza en favor del Vitoria. En la segunda ronda, los vascos derrotaron con sorprendente claridad al Cirbonero, a quien superaron por 3-0 en casa y por 0-2 en Navarra. De este modo, el Atlético Astorga se erigía como el único obstáculo entre el Vitoria y la Segunda B. En la idea, en Euskadi, los rojillos se impusieron con 1-0, renta escasa que dejaba un escenario inconcluso. En la localidad leonesa, el Vitoria se puso por delante y metió pie y medio en Segunda B, aunque un gol de los locales al borde del descanso generó cierto nerviosismo, pues dos goles del Astorga le darían el billete para la división de bronce. A pesar del empuje, el Vitoria logró aguantar, y solo encajó un gol en el minuto 92, cuando el partido ya languidecía. De este modo, el 2-1 final daba el ascenso al Vitoria, que subía por primera vez en su historia, y solo dos años después de abandonar las categorías regionales, a Segunda División B.

En su primera fase de ascenso a Segunda B, el CD Vitoria dio la sorpresa y solventó satisfactoriamente las tres eliminatorias, alcanzando el tercer escalón del fútbol nacional, en el que no estaba desde principios de la década de los 60

Esta campaña, el filial eibarrés lucha por la permanencia en un corral con muchos gallos: Racing de Santander, Mirandés, Real Unión, Burgos, Logroñés, etc. No obstante, los rojillos han completado una digna primera vuelta y ocupan la decimosexta posición, por lo que mantienen intactas sus opciones de lograr la permanencia. No será ni mucho menos sencillo, pero después de tantas décadas atrapado en las profundidades del fútbol, el Club Deportivo Vitoria quiere prolongar su estancia en la categoría de bronce, en la que está viviendo el mejor momento de su historia reciente.