Hace unos meses que Juan Carlos Valerón, uno de los futbolistas españoles con más talento de los últimos años, decidía poner fin a su brillante carrera. Lo hizo tras dejar el Deportivo, en el que siempre será leyenda, y pasando dos años en ‘su’ Las Palmas, al que devolvió y asentó en Primera tras muchísimo tiempo.
Fue entonces, este verano, cuando se dio cuenta que podía ser más un problema que una solución para el técnico, Quique Setién, y decidió dar un paso a un lado. Su humildad, gran corazón y amor al club no le permitían seguir jugando, a pesar de ser lo que más deseaba.
Se apartó y dejó paso a los jóvenes, pero Las Palmas tardó poco en hacerlo capitán de honor y embajador del club. Saben la joya que tienen. Valerón siempre ha sido un ejemplo. Valga el dato de que salía aplaudido de cada campo o que en las 13 temporadas como profesional vio un total de 8 tarjetas (varias de ellas por error del colegiado). Nunca ha tenido un desliz.
A pesar de que su adiós no es temprano, ya que cuenta con 41 años, en los pies (y sobre todo en la cabeza) del canario queda mucho fútbol. Es por ello que lejos de los focos, cámaras y micrófonos que tan poco le han gustado siempre, se ha decidido a disfrutar del fútbol de verdad, el regional.
Hace unos años que fundó junto a varios miembros de su familia el CD Unión Abrisajac. Allí juegan varios de sus sobrinos y es donde acaba de debutar en la Primera Regional.
Verle tocar un balón es delicioso, pero verle como ejemplo de humildad, trabajo y pasión por el deporte sin importarle bajar al ‘barro’ del fútbol más elemental no puede pagarse con dinero.
Gracias, Valerón.
